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Lucero del Alba

El árbol enorme precioso y el bonsái feúcho

El árbol enorme precioso y el bonsái feúcho

 

Había un árbol, majestuoso, altísimo, frondoso, sus ramas tenían un colorido de un verde precioso nunca jamás antes visto, su copa era más bonita y más fuerte, “que hasta incluso una muralla medieval, preparada para el arte de la guerra”.

Se levantaba desafiante, diciendo: soy el más grande, soy único… Todos los árboles quisieron ser como él, sin duda era el árbol más grande y bonito de toda la tierra.

Se acercaron a él unos pájaros para poder anidar, más él no consintió ni siquiera un nidito pequeño, en sus ramas poder los pájaros procrear, “Que hermosos”, frutos tenía, eran enormes, que olor, que aroma. Se acercó una bandada de palomas, hambrientas de tanto volar, le preguntaron al árbol, más él no consintió sus frutos tocar, más tarde llegó un grupo de ardillas, que en sus ramas querían comer y jugar, “jamás”, indicó él, mientras tanto los frutos crecían y aumentaban, debajo un árbol pequeño alegre le miraba, que grande eres, él dijo y tu que feúcho bonsái.

El árbol enorme

El pequeño estaba cerca de él, sus frutos no eran tan grandes pero se podían comer, ya todo animal que se acercaba y él los dejaba comer, cuanto más comían más frutos le salían, sus ramas están llenas de nidos, ellos que contentos están, se pasan el día cantando de tanta felicidad, de sus ramas sale una música, parece celestial. Las ardillas juegan en sus ramas saltando y saltando no dejando de jugar. En este árbol hay vida y amor sin parar.

El bonsái miró al árbol grande, que fuerte y hermoso, mientras el árbol grande no dejaba de expresar lo feo que era el pequeño y tan tonto como el que más. De tanto que el mal miraba sus frutos y ramas, no cesaban de engordar, hasta que un día iba a llegar su triste final, se rompió una rama, otra, cientos, miles, todas quedando solo su copa ya.

Él miraba a sus árboles vecinos, ¡qué feos y pequeños todos están!. Empezó una gran tormenta, mil truenos, mil rallos, uno de ellos su copa logró tocar, se quemaba lentamente, él no dejaba de pensar, soy el más grande, hermoso sin igual. Al empezar a calentar su sabia, mira abajo, ay está el bonsái, ¡no parece tan pequeño!, poco a poco él más alto está.

Le tiraré una chispa, para que no me queme sólo, sino cientos, miles, todo el bosque ya. Al prenderse fuego una rama, los pájaros y ardillas encima de ellas están, consigue romper la rama y al tronco del árbol grande, poder posar, arde el gigante, el colosal, ya sólo quedan sus cenizas, un metro de tronco, se está terminando de apagar, ¡qué fuerte llueve no nos quemaremos ninguno más!. Al terminar la tormenta, todo tranquilo está.

¡El bonsái mira al cielo! ya no está, se ha ido mi compañero al que yo quería y amaba con gran esmero, más triste y solo quedo. Un susurro suena a su alrededor. Mira es enorme, es bondadoso, tiene gran humanidad, respeta al grande al pequeño, no suele nada negar. Que grande eres bonsái del bosque el que más, el mira al bosque con su mirada todo el valle domina ya…

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