Levantemos nuestra casa.
Estaba en una obra trabajando, lo hacía con un compañero. La faena, la cual no lo hacíamos bien, pues se iba despacio, con desganas, alargando todo un poco y con pocos ánimos de terminar bien la tarea.
Todo pasa a otro término, se ve la obra enorme, es un edificio con casa o unifamiliares alrededor de una gran carpa en el centro de la misma y de una gran altura, con unos recodos o miradores en el techo sin llegarse a subir a ellos. Poco a poco van entrando pájaros, los cuales no se les da importancia ya que pensamos que entrarán y saldrán sin más.
Cambiamos y nos vamos acercándonos a cada casa en cada una hay gente la cual no quiere ayudar y un poco son indiferentes a la comunidad. «Quieren estar dentro y muy bien situados, pero en el fondo no mueven ninguna molécula de su cuerpo, sino solo su egoísmo».
Yo les comunico que tienen que ayudar y se tienen que manchar las manos como todos los demás. Pero no hacen caso y siguen con lo suyo, es decir, nada de nada.
Entonces decidimos hacer cosas por ellos. En el fondo se le manchan las prendas suyas, más que las nuestras y no comprenden él porque. Se ponen a discriminarnos dichas manchas. Nos dan la explicación…
Estamos construyendo una mesa en dos mitades. Una se coloca la tapa y automáticamente se colocan los soportes, todos uniformes quedando todo derecho y bien colocado, esperando su otra media mitad, «todo esto se hace en un tiempo sorprendentemente rapidísimo. Estamos esperando la otra media mitad».
¡Va a ser muy fácil, podremos terminar de barnizar la mesa para dar un buen uso común para todos nosotros!. Intentamos colocar la mitad de la mesa, unos levantan más y otros bajan demasiado su sitio, no nos pongamos nerviosos, es fácil, lo volveremos a intentar y mil veces vuelve a pasar, unos levantan muchísimo y otros apenas lo hacen, es imposible.
La respuesta es que cada uno se eleva muchísimo más de lo que debería y otros que no se elevan lo suficiente, es así de simple.
Seguimos construyendo la casa y vemos que esos pájaros que entraron quieren anidar. ¡No! Ya tienen nidos y unos pollitos o crías enormes, ya es imposible, como vamos a quitar esos pájaros, ya que están en un sitio muy alto escondidos en unos rincones, ¡casi imposible de limpiar!
Los pájaros son nuestras dudas, nuestros rencores, nuestras vanidades, en fin, todas nuestras miserias.
Tenemos que estar atentos y cuando se acerquen esos pájaros digamos… Aquí no te dejo entrar, en mi templo no te dejaré anidar. «A ver si conseguimos esa gran casa que todos queremos encontrar y localizar».