Hay veces que desintonizamos nuestra energía, nuestro foco…
Es como si estuviéramos tocando nuestro propio instrumento, como por ejemplo puede ser un piano, y de repente cerráramos la tapa de este, pillándonos las manos. Y es que esta acción solo nos perjudicaría a nosotros mismo, ya que nosotros somos los intérpretes de la melodía de nuestra vida.
Nosotros somos los que estamos en armonía cuando tocamos ese instrumento. Y cuando repentinamente, dejamos de tocarlo y lo cerramos bruscamente, lo que hacemos es apagar nuestra armonía (nuestro bien estar) y nos dañamos con esa acción a nosotros mismos.
Los momentos bajos siempre han existido, pero hemos de aprender a controlarlos. Entregarlos a Dios (al universo), para que el nos dé una visión más real de la situación a la que nos estamos enfrentando y a la vez que le estamos dando nuestro permiso, para que el intervenga con su ayuda.
Por ello, cada vez que estemos en armonía con el universo y algo externo perturbe nuestro bien estar, recordemos que debemos seguir armonizándonos a nosotros mismos, ya que de lo contrario, terminaremos dañándonos al salir de ese estado en el que nos encontrábamos.