Mensaje recibido el día: |
03-11-2010 |
Una vida de amor.
Llegábamos dormidos, guarnecidos de frío y dolor. Doce habitamos aquella habitación y con gran amor preparamos… Llegando el Maestro, todo se ilumino en aquel instante, cerrados los ojos respirábamos un candor especial, nada se perdía, todo era aprovechado.
Su mirada nos producía algo tan especial que impregnados en esa noche, brillábamos con la luz propia de nuestro espíritu. Siempre que andábamos cerca del Maestro, todo era diferente, todo era especial.
Llegando a una ciudad llamada Jerusalén, los ojos se nos lleno de lágrimas y esperanzas, imaginamos grandeza pero presentimos dolor. Hermanos venidos del cielo reconfortaban muchas veces nuestros espíritus, que tan aturdidos y retrasados éramos, que muchas veces nos confundíamos.
No sé porque, en aquellos instantes tan gloriosos, desaprovechamos tanta grandeza de sabiduría que teníamos a nuestro alrededor, hombres tozudos éramos en muchos instantes.
Solo con su presencia íbamos transformando nuestro espíritu, su sola presencia nos transformaba.
Éramos doce, pero había muchos más, aquellos que no están en los libros y trabajaron igual o mucho mas, aquellos fueron llevando su palabra impregnada en tanto amor.
Fue una lucha interminable, de transformaciones en creencias y formas de pensar. Gente muy dura con creencias muy atrasadas en espíritu.
Llegamos cierto día a un lugar en donde inmensidad de gente nos esperaban, pues su palabra se iba extendiéndose por todos los lugares, aquellos espíritus estaban deseosos de aprender llenos de esperanza y deseos de justicia.
Pero solo eran palabras tan llenas de amor, palabras de esperanza, bajo la justicia divina del Padre Celestial; palabras que envolvían al espíritu de una esencia tan especial que nunca habían sentido aquí en la tierra.
El Maestro daba esperanzas a todos por igual, nada ni nadie era diferente para El, todo lo escuchaba y todo lo envolvía en amor, aquel amor que te atravesaba todo tu cuerpo.
Cuando era el atardecer, la luz te envolvía de tal forma, que ya nada te importaba, nada ya pensabas, apenas deseabas que todo quedara allí. Pero todo tenia que pasar. Todo estaba escrito.
Aquellos mensajes eran tan especiales… Palabras vivas de amor que te transformaban.
Desde el cielo se recibían lluvia de esperanzas, desde la tierra fuerzas para caminar y aprender. Desde el espíritu brotaban anhelos de mejorar.
Sueños que despertaban, esperanzas dormidas con brotes de color.
Hermanos, que la luz siempre os ilumine, y podáis sentir la presencia de amor, de nuestro Hermano mayor. Nuestro Maestro.
Un hermano.